Información sobre Metapán (Santa Ana)
Su encanto comienza desde los históricos muros de la parroquia, el choque de los tractores contra la cantera, el comercio fronterizo, las creencias y tradiciones, hasta llegar al eterno encuentro entre la hoya sagrada del Güija y la magia verde del Trifinio.
Quizás eso es lo que atrae de Metapán, la distancia que encierra cierto misterio, un misterio cargado de historias que van hasta la fundación del poblado por grupos chortis de filiación nahua.
De ahí deriva su nombre: Metapas, que en la misma lengua significa «Río de las piedras de moler» o «Río del maguey», y que algunos historiadores creen que Metapán es una variación moderna.
Pero los datos reales que se tienen según los archivos de la curia y de la municipalidad nos trasladan hasta los días del Rey Felipe II y sus «ordenanzas» de 1576, cuando manda a trazar la ciudad a «cuadrícula», es decir, por un sistema que consistía en una plaza central de la que partía una calle por cada costado y dos por cada esquina.
Así, con calles rectas, estrechas y empedradas, y las casas con grandes balcones, la ciudad se convierte en el mejor ejemplo de arquitectura colonial en el país.
Años después era importante el núcleo de viviendas situadas al poniente de la plaza (o sea la parte más baja de la ciudad y cercana al río San José), comenzando a desarrollarse a finales del siglo XVI gracias a la explotación de las minas de oro, plata y hierro.
Santiago Metapan para finales de 1600 se vio obligado a trasladarse a un lugar llamado San Pedro Metapán, debido a una epidemia de cólera (que llamaron peste) y que desoló el poblado.
«Para finales de 1743 San Pedro Metapán ya tenía su templo colonial, de donde se deduce que constituía una población de importancia. En 1770 era cabecera del curato de su nombre y según refiere el arzobispo Cortés y Larraz, no tenía pueblos en su jurisdicción, pero sí muchas haciendas y valles. Su población estaba formada por 41 indios y 671 ladinos», según el historiador Enrique Kuny Mena.
Luego el municipio toma importancia al crearse la Intendencia de San Salvador en 1876, y se convierte en cabecera del partido de su nombre, partido que secundó los movimientos independentistas de 1811 y la población exigió que se suprimieran los impuestos de alcabalas, tabaco, aguardiente y el llamado «Fondo de Reserva».
Amenazaron con la muerte a los españoles monarquistas y apedrearon las casas que ocupaban las fábricas de aguardiente. También fue depuesto el alcalde español y pusieron en libertad a los reos. Consecuentemente los líderes metapanecos sufrieron condena de muerte.
Después de la Independencia, y como premio a los servicios que prestó la población, la Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unidas de Centroamérica decretó el título de Villa el 22 de agosto de 1823.
Durante la época federal, Metapán quedó incluido en el departamento de San Salvador; en 1835 se incorporó al de Sonsonate, por ley de 8 de febrero de 1855 fue incorporado al departamento de Santa Ana y el 11 de febrero de 1862, durante la administración del general Gerardo Barrios, se le otorgó el título de Ciudad.
La otra tierra caliente
Este pueblo, cargado de historia, se encuentra en la faja meridional de la cordillera Metapán-Alotepeque y es el municipio más extenso del departamento de Santa Ana. El clima es caluroso, pero en las alturas inferiores se vuelve templado, y frío en las cordilleras.
Limita al norte con Guatemala y el municipio de Citalá (Chalatenango), al sur con Texistepeque, al este con Santa Rosa Guachipilín, Masahuat y Nueva Concepción; al oeste por el municipio de San Antonio Pajonal y la República de Guatemala.
Su terreno se divide en dos zonas: la septentrional, cruzada por la cordillera Alotepeque-Metapán, en la que se encuentran los cerros Montecristo (Trifinio), Miramundo, El Brujo, Panal y otros, y la meridional, que comprende la hoya hidrográfica del lago de Güija, donde se destacan los cerros de Ostúa, Masatepeque, San Diego, El Tule, Igualtepeque y Quemado.
Pero lo que lo caracteriza es su riqueza en tradiciones y costumbres (jaripeos, carreras de caballos, etc.), todas heredadas de la época colonial. En algunas partes, principalmente en caseríos donde la fe está muy arraigada, algunos pobladores creen que todo está ligado a normas que rigen la vida del hombre, su ambiente y el diálogo con Dios.
Así, algunos viejos dirán frases como «Dios permite que el hombre disfrute de lo que la tierra le ofrece», y piensan que «el hombre trata de agradar a Dios para que le perdone sus faltas, y que los santos ayudan al hombre para obtener la benevolencia de Dios».
Las fiestas religiosas (La patronal se efectúa del 25 al 29 de junio en honor de San Pedro Apóstol) que organizan las cofradías de señoras católicas en parte son para agradar a los santos patronos y otros, con el mismo fin de que ayuden a los habitantes en sus problemas. Esto deja ver el fuerte espíritu religioso a la hora de cumplir con sus cultos.
Un ejemplo es el hecho de conservar una tradición llamada las «misas juradas», que consisten en la celebración de 15 misas que se realizan del 16 al 26 de diciembre dedicadas a la Virgen del Perpetuo Socorro. Cada misa es pagada por una familia del lugar, que ha heredado esta responsabilidad desde hace muchos años y hasta que se extinga el último descendiente.
Los antepasados de estas personas hicieron esta promesa a la Virgen para que los salvara de una epidemia de cólera. Curiosamente también forman parte de las tradiciones de este pueblo la creencia en seres mitológicos como la Siguanaba, el Cipitío, el Cadejo y el Duende, por tal razón las anécdotas de encuentros con estos seres sobrenaturales son muy frecuentes. Se creía, hace algún tiempo, que existían brujos con la capacidad de convertirse en animales: vacas, tuncos y micos. Esto lo hacían para asustar y dañar a las personas o para robarles.
Un informante relató su propia expreriencia con una «novilla» que le salió en el camino una noche y no lo dejaba pasar. Él no le tuvo miedo, buscó un garrote y la golpeó. Al día siguiente supo que uno de los brujos amaneció golpeado.
Pero lo que se roba toda la atracción es sin duda el templo de la ciudad, considerado una verdadera joya arquitectónica de la colonia, y fue construido entre 1736 y 1743. Está ubicado al este de la plaza central y se eleva sobre una loma de aproximadamente cien metros de diámetro.
La planta de la iglesia es de una sola nave sin cruceros y mide 50 metros de longitud y 13 metros de ancho. Alrededor de ella se han tejido una serie de creencias y tradiciones que de igual forma son parte del folclore de Metapán.
Aun así, este pueblo ha sabido combinar los aspectos mágico-culturales con las nuevas exigencias del desarrollo, llegando a convertirse en una ciudad industrial donde la explotación de la caliza (carbonato de cal natural) se ha convertido en el principal factor de la economía.
Los hombres de cal
Desde hace mucho tiempo el patrimonio de Metapán ha sido la explotación de este mineral, por esto a sus habitantes se les denomina «los caleros», constituyendo la cal una industria pesada, pero además se explota la diatomita y el granito.
El trabajo es bastante duro: se realiza con procedimientos tradicionales que no han sufrido muchas variaciones, comenzando la extracción de la cal con la «arrancada», o sea el proceso de dinamitación de las canteras.
Luego la «jalada», que consiste en llevar la piedra hasta los hornos; una vez hecho se procede a la «armada», que es cuando se coloca la piedra dentro del horno, formando los cerros llamados «cimborros», que se hornean durante tres noches y dos días, tiempo en que la piedra va tomando un color blanquecino.
Cuatro días después de haberles quitado el fuego, cae o se desmorona en el fondo del horno. Cuando hay más prisa para obtenerla se «puya» para que caiga más rápido. Al final es encostalada para la venta.
Sin embargo, es la producción de cemento la que tiene mayor espacio y mercado. Metapán es la principal fuente, por poseer abundantes asentamientos de materia prima (caliza). El proceso comienza con la identificación de las zonas calizas que tienen los minerales apropiados (silicio, óxido de aluminio, cal y óxido de hierro) para hacer el cemento.
Una vez determinadas se explotan y la caliza en bruto se pasa por un proceso de reducción de tamaño, donde se convierte la piedra grande hasta de 25 milímetros. En la sección de molienda es reducida a un polvillo muy fino con características químicas que harán reacción en el horno; esto se conoce como «clinker». El horno es un cilindro rotativo a alta temperatura que convierte el «clinker» en bolitas que son la base del cemento.
Estas se mezclan con yeso (que se trae de Guatemala y Honduras), para pasar nuevamente a pulverización y el polvillo resultante es el cemento. Posteriormente se almacena en sinos de concreto, se lleva a las máquinas empacadoras si se va a embolsar, o a la zona de envasado a granel, si se va a transportar en cisternas.
La industria del cemento trabaja las 24 horas del día todos los días del año, y alcanzan una producción de 2,000 toneladas diarias de «clinker». Gracias a esta industria, el panorama general de la ciudad ha cambiado.
Además del crecimiento natural se observa una corriente migratoria del campo a la ciudad atraídos por el trabajo que generan las fábricas de cemento, que aun con todo lo que representan, todavía dan espacio para que Metapán se desarrolle como una zona ganadera y agrícola, porque si algo hay en este municipio es que todos se preocupan por que alcance altos índices de desarrollo, una especie de nacionalismo que debería existir en todos los pueblos del país.
estimados amigos felicidades por la bonita pagina , una pregunta sabe quien procesa o vende carbonatos de calcion en metapan gracias